El impuesto a las energías fósiles en Alemania supuso la creación de 250.000 empleos
Hablamos sobre fiscalidad verde con Eike Meyer, representante de la ONG Green Budget Europe durante la ST-31 de Conama 2014.
“Lo que hizo Alemania fue una reforma importante: el estado obtuvo mil millones de euros gravando los combustibles fósiles, lo que le permitió rebajar en esa misma cantidad las cotizaciones a la seguridad social y supuso la creación de 250.000 empleos nuevos”, explica Meyer, tras su participación en la sesión técnica sobre Fiscalidad Ambiental en la que se aprobó una Declaración consensuada. La ONG Green Budget Europe nació en 2008 como un think tank, pero ahora ha evolucionado hacia una plataforma de intercambio entre expertos de todos los países. Acaba de establecerse en Bruselas y asesora a la Unión Europea sobre fiscalidad ambiental.
“Hay muchos otros ejemplos de instrumentos individuales: Irlanda puso una tasa a las bolsas de plástico y logró recaudar 200 millones de euros en una década a la vez que reducía su uso. Suecia ha puesto una tasa de carbono de más de 200 euros la tonelada de CO2 y no vemos a ningún sueco que no pueda salir de la cama por no poder pagar la factura de calefacción”.
En contraste, España se encuentra a la cola de Europa en la aplicación de impuestos ambientales. ¿Qué se podría hacer? “Yo creo que se puede avanzar. Hay que hacer un estudio cuidadoso sobre los efectos en la microeconomía, pero la práctica demuestra que hay maneras de compensar a aquellos que sufran el aumento de los precios, porque el estado puede decidir a qué dedica los ingresos obtenidos fiscalmente, por ejemplo a ayudar a aquellos hogares que necesiten la energía o a otros sectores de la economía”.
“Al final, la idea de una reforma fiscal ambiental es semejante en todos los países. Como consumidores, los ciudadanos creen que los productos sostenibles son más caros. Pero esto no es una ley natural, tiene que ver con la estructura fiscal y con la forma de producir. En un producto no sostenible hay costes ocultos que no paga ni el que lo compra ni el que lo produce, lo pagan otras personas en forma de contaminación o cambio climático. Eso no aparece en la factura”.
“Lo bueno que tiene la reforma fiscal ambiental es que no requiere un cambio previo de la ética porque a través de los precios se acaba con el dilema entre el homo económico y el homo social. No hay que elegir, lo sostenible también es lo más barato”.
Declaración consensuada por los participantes en la sesión técnica sobre 'Fiscalidad Ambiental' (ST-31)